Rituales fúnebres: novenario y la cruz

Los ritos funerarios son de esos rituales que no quisiéramos que existieran pero que, según experimenté de manera reciente, son necesarios para el duelo ante la pérdida de un ser querido.

Mi familia es católica, cómo la mayor parte de las familias en México y eso está bien. Yo soy de la generación de la familia que comenzó a explorar otros credos y otras tradiciones, sin embargo, ante la partida de mi abuelo materno fue necesario para mí conocer el novenario y la levantada de la cruz. Más que nada, mi participación obedecía a estar ahí para mí abuelita y mi madre.

Luego de su muerte y cremación, cada noche por nueve días nos reunimos para rezar el rosario por el alma de mi abuelito. Si bien estuve tranquila mientras no viera la urna o el altar con fotos directamente, incluso cuando tuve que volver a casa por mis hijos, el último día, el noveno, ha sido difícil rezar sin que se me salten las lágrimas o se me suelte la nariz.

La cruz quedó hermosa con sus flores alrededor, sin embargo, atestiguar a través de una cámara como van retirando partes de ella y veladoras en medio de rezos y cantos, ha sido realmente difícil. Es como despedirse de él de manera definitiva, tan amargo y doloroso.

Cuando apagaron la cruz, retiraron los cirios, ataron la caja con las flores y la cal usada para su cruz… Ver cómo levantaban el mantel blanco… Fue como si hubiera muerto de nuevo.

Quería gritar que no se llevarán lo poco que quedaba de él, pero aún estando ahí, no habría sido correcto. Su tiempo acabó y yo debo dejarlo ir. Jamás voy a superar su muerte, pero aprenderé a vivir con ella.

Los ritos funerarios no sé si intentan dar consuelo, solo sé que mi duelo, la aceptación de que en verdad se fue acaba de iniciar hoy, esta noche, mientras levantaban un altar como quien limpia la cama recién desocupada de un paciente terminal, dejando en su lugar una mesa vacía, fría y dura… Igual que su ausencia.

A pesar de todas las lágrimas, de todo el dolor que esto me significó, de no haber estado ahí con mi familia, sé que necesitaba estar presente así fuera por zoom. No por mi familia sino por mí.

Mi abuelita perdió a su marido y yo a mi padre de crianza.

Mi madre perdió a su papá y yo a mi abuelito marciano, ese que nos regañaba de juego si entrabamos a hurtadillas a hacerle cosquillas en los pies, ese que me seguía el juego y gritaba y manoteaba si yo saltaba en su cama imitando a Tigger, ese que nos cantaba «muñequita linda» a mí y a mis hijas. Ese que estaba orgulloso de que siguiera escribiendo, ese que el día de mi boda me dijo «sin importar nada, esta sigue siendo tu casa cuando la necesites y si regresas con premio, mejor».

Cuando ya no quedó nada sobre la mesa, cuando mis tíos comenzaron a abrazar y consolar a mi abuelita, pusieron música. Cuando pude detenerme de llorar, noté que la canción era «A mi manera»… Recordé el día que volvimos del crematorio con sus cenizas, las tres vueltas que dimos a una disque glorieta triangular frente a la casa oyendo «Fly me to the Moon» a todo volumen. Nunca volveré a oírlas del mismo modo, para mí, son las canciones con que despedimos a mi viejo… Y un recordatorio de que la vida sigue.

Sé que poco a poco podré recobrar algo de normalidad, que llegará un día en que pueda recordarlo con una sonrisa como a mi bisabuela o a mi tía bisabuela a las cuales quise mucho… Aunque no como a él.

En fin, sin importar en que crean o a quien le recen, mi conclusión en todo esto es que estos ritos son necesarios para seguir adelante.

El primer paso en todo es la aceptación. Yo había vivido por lo menos nueve días negando que mi marciano se había ido para siempre. Al menos ahora podré empezar el proceso de curación que implica una ausencia tan grande como la suya.

A mi Marciano

La vida y la muerte son parte de una misma cosas. Unidas de manera íntima para recordarnos de la fragilidad del mundo, con la esperanza de que podamos valorar lo efímero, inmortalizando en nuestras mentes y corazones pequeños fragmentos.

Personas, lugares, vivencias.

Hay quienes tardan años enteros en encontrar lo efímero que de color a sus vidas y las marque de manera permanente para mejor. En ese sentido, siempre he sido tan afortunada, que a muchos podría parecerles obsceno.

Fui bendecida con dos padres y tres madres con los que pasé mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Mis abuelos y mi tía Ceci fueron mis tutores por mucho tiempo. Ellos me criaron, de modo que mis padres trabajarán y arreglaran sus asuntos para darnos una vida mejor que la que ellos mismos tuvieron, y yo fui inmensamente feliz con ellos.

Mi abuelo, mi querido marciano, la persona a quien tomé de referencia para elegir cuando me casé acaba de morir.

Sé que ya no tendrá ningún tipo de dolor, espero que se haya ido tranquilo al menos, no quiero su alma vagando sin rumbo por aquí.

Tenía 93 años, a un mes de cumplir 94. Ya no podré hacerle bromas sobre haberse vuelto un hombre de acero por las válvulas que le pusieron en su corazón hace unos años. No podré volver a decirle con orgullo que terminé de escribir otro libro, ni abrazarlo, ni escucharlo cantar o silbar cuando esté especialmente contento.

No volveré a intercambiar nuestro característico saludo cantado porque no volveré a escucharlo en el teléfono.

En fin, que luego de casi 40 años, se ha reclamado a uno de los personajes principales de mi propia historia, uno de los responsables de educarme y protegerme más allá de lo necesario.

Me quedo en el recuerdo con sus consejos. Con su voz alegre, severa o bromista que a veces uso para dar voz a los personajes de mis historias. Me quedo con la imagen de mi viejo bailando con mis hijos, manejando y conversando conmigo de camino a casa luego de la escuela o a la Iglesia el día de mi boda. Con las tardes en que nos sentamos cada uno en la sala o en el comedor tomando jeréz, anís o tequila. Con el recuerdo de verlo jugar dominó con aquellos a quienes él llamó amigos, bebiendo, fumando y sonriendo, enseñándome a mover las fichas para hacer caminos.

Duele saber que no habrá más. He perdido un padre mientras celebro la vida de uno de mis hijos y la única certeza que tengo, además de que la próxima vez que vaya a ver a mis padres él no estará ahí, es que él querría que siga adelante, que persiga mis sueños, que eduque a mis hijos, que no olvide de dónde vengo ni a la gente importante a mi alrededor.

Hace años que pienso que tenemos una cita con la muerte desde la concepción.  No puede moverse, reagendarse ni perderse sin importar nada, es solo que olvidamos la fecha, la hora y el lugar al crecer.

Adiós mi querido Marciano.

Que la nave nodriza te lleve a un lugar pacífico donde podamos volvernos a encontrar. Que en nuestra próxima vida seas de nuevo mi familia para volver a ser afortunada y feliz. Disfruta tu descanso, por favor. Deja los asuntos de los vivos en nuestras manos y descansa. Tu papel en este mundo ha terminado más no tu memoria. Permite que inmortalice dentro de mi cada momento efímero y precioso que pasé siendo tu nieta. Hoy y por el resto de mis días me tomaré un café en tu memoria, cantaré nuestra canción y pensaré en ti cada día cómo he hecho desde que dejé la casa para formar una familia nueva.

Bye bye abuelito.

Te amo.

El Diario de Ollivander XLVIII

¡Qué fraude!

Mamá se para temprano a llevar a papá a su lugar de guardado, despierta a mis hermanos y les dice que coman y se vistan. También le da de comer a Cecilio y revisa cuanta comida tengo en mi plato.

Mamá regresa, les pregunta a mis hermanos si comieron algo, ellos dicen que no. Mamá come algo muy rápido, toma unos papeles y les dice a mis hermanos que desayunen y me lleven a pasear en lo que regresa. Pero mis hermanos no le hacen caso. Sacan cosas para beber del refri y se acuestan en el sillón a ver la tele.

Mamá regresa y comienza a sacar mis cosas al patio.

¡NO! ¡NO DE NUEVO! “Mamá, no quiero salir, ¡soy una niña buena!”

Entonces mamá le dice a Eli que me dé la dona.

¡Por todas las croquetas! ¿Me la van a prestar?

Eli me enseña el hermoso peluche redondo y chillón con partes de un brillante y llamativo color rosa. Jugamos un poco con la dona y luego la saca al patio.

Me huele a trampa, así que la miro desde la puerta. «¡No van a hacerme salir de nuevo!»

Mis hermanos me abrazan, me besan y me dicen que me van a extrañar mucho, pero que tengo que salir al patio porque ya se van.

Entonces, mamá le da algo largo a Ilia y le dice que me la dé afuera.

“¡Oli, mira! ¡Es un rico dulce para morder!” canturrea Ilia.

¡Huele tan bien! ¡Ah, no puedo soportarlo!

Ilia se ríe cuando salgo al patio.

“!Dame mi dulce! ¡Dame mi dulce, Ilia!”

Mi hermanita se ríe y suelta la varita antes de salir corriendo, diciéndome adiós, luego Alan cierra la puerta.

El dulce está delicioso, pero… ¡Oh no! ¡volví a caer!

Escucho como mamá les da indicaciones a mis hermanos y luego sale conmigo. Me abraza y me mima, acomoda un par de cosas y luego me acaricia la cabeza.

“Oli, lo siento mucho. Tus hermanos y yo nos vamos a ir por muchos días. Tienes que ser muy buena con papá y ser paciente. Por favor, no molestes a Cecilio, te dejé mucha agua aquí afuera”.

“¡Soy buena mami!, ¿puedo entrar ahora?”

Mamá se acerca a la puerta y me ve con tristeza.

“Adiós Oli, estaremos fuera un mes, por favor sé paciente, vamos a regresar”

Luego cierra la puerta y se va.

Escucho el auto alejarse y la casa está en silencio de nuevo.

Espero que regresen pronto.

Hace calor, incluso debajo de mi techo nuevo, así que me escondo debajo del trampolín, sobre el pasto fresco.

Algo más tarde llega papá.

“¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy, papá! ¡Fui buena! ¡Esperé todo el día! ¡Déjame entrar!”

Papá se ríe y me abre, me dice que me tranquilice, pero no puedo.

Luego me doy cuenta de algo. No escucho a mamá ni a mis hermanos.

“¡Eli! ¿estás en tu cuarto?” le ladro y subo las escaleras, entonces rasco su puerta cerrada, papá sube detrás de mí.

“Ollivander, no están, se fueron”

“No, Eli debe estar dormida en su cuarto” le digo a papá.

Él me abre la puerta y yo entro. Olfateo y la busco por todas partes, pero ella no está, incluso falta uno de sus peluches.

Salgo del cuarto y rasco la puerta de Alan.

Papá me dice lo mismo y me abre la puerta. Brinco a su cama, lo busco entre sus juguetes y detrás de la puerta, pero Alan no está.

Luego papá abre su cuarto y yo voy detrás de él. Busco a Ilia en su cuarto, olfateo entre sus juguetes, subo a la cama de mis papás y me meto al cuarto que huele a agua y jabón y que a un lado está lleno de ropa, pero no están.

Papá se cambia de ropa sin dejar de mirarme.

“Vamos abajo, Oli, ellos no están aquí, nos han abandonado”.

Los dos bajamos.

Papá prende la televisión y yo me asomo a la ventana. El auto está afuera.

Estoy tan triste, que lloro un poco. Papá me acaricia y yo me bajo de la ventana y me acuesto junto a él en el sillón. Extraño a mamá y a mis hermanos.

“Son malos, Ollivander. Nos abandonaron de nuevo.”

No entiendo que pasa. Quiero a papá, pero estoy muy triste y papá también.

Un poco después, papá me saca a pasear. Yo busco a mamá y a mis hermanos, le pregunto a Margaret y a los otros perros, nadie sabe donde han ido.

Cuando volvemos a casa tomo agua, como un poco y vuelvo a buscarlos a todos… pero no están.

Cuando es de noche, papá sube a dormir.

«¿Dónde están todos?», lloro un momento.

Mamá no ha vuelto, así que subo de nuevo a buscar. Cuando abro la puerta de Ilia, entro al cuarto de mamá y papá y subo a su enorme cama. Papá se ríe y me toma una foto. Me ha tomado fotos desde que llegó y no entiendo porque, eso lo hacen mamá y mis hermanas.

“¿Dónde están mamá y mis hermanos? ¿puedo esperarlos aquí contigo?”

Papá me acaricia y me dice que no puedo dormir arriba.

Dice que él también extraña a mamá y a mis hermanos y aunque son unos traidores que nos abandonan, van a regresar después, dentro de muchos días.

Ni hablar, tendré que dormir en la sala y esperar que mamá y mis hermanos regresen por la mañana.

El Diadio de Ollivander XLVII

Vaya día ajetreado.

Mis hermanos tardan mucho en despertar, igual que mis padres, incluso yo, no había logrado dormir bien sino hasta que todos volvieron a casa.

Ilia y Alan son los primeros en bajar. Me dan mimos, me abren la puerta, Alan me persigue un poco para jugar y luego Ilia me dice que coma un poco, yo lo hago con gusto.

Mis padres bajan después, igual que Eli. Comen y me hacen algunos mimos. Mamá le pide a Alan que me lleve al parque y yo soy muy feliz. Alan no parece tan feliz cuando salen algunos otros perros, así que volvemos corriendo a casa. ¡Amo correr con Alan!

Mamá se la pasa lavando ropa todo el día.

Papá le dice a mis hermanos que preparen sus “maletas”. No sé que es eso, no recuerdo esa palabra.

Mamá les da de comer y encarga a Eli que me saque a pasear. Ilia se queda muy triste en casa porque no la dejan ir. Mamá está algo ocupada.

Margaret y mis amigos no están, creo que salimos muy temprano al parque. Jugamos un rato en la cancha y luego volvemos.

Mamá está escribiendo unas cosas, pide a mis hermanos que se lleven la ropa que está en el sillón, debe ser la misma que estuvo lavando, luego ella sube más ropa y papá se sienta y comienza a doblar la que queda en los sillones.

“¿Porqué doblas esto, papa? ¿te ayudo? ¿y si jugamos?”

Papá se ríe y me empuja un poco.

“¡No Ollivander!” dice papá “¡Bájate de mi ropa! ¡la vas a llenar de pelos!”

Papá se está poniendo tan gruñón como Cecilio, así que bajo del sillón y subo las escaleras.

“¡No Oli!, baja con papá, jugaremos luego” me dice Eli.

¿Qué está pasando hoy?

Yo me asomo a la ventana completamente aburrida. Algunos de mis amigos comienzan a ladrar y yo me entretengo hablando con ellos desde la ventana. Les digo lo que hacen mamá y mis hermanos.

A lo largo de la tarde logro abrir la puerta del cuarto de mamá un par de veces. Ella se ríe, me acaricia y luego me dice que no puedo estar ahí. Ilia y Eli me sacan y cierran la puerta, la segunda vez, Iliana baja conmigo para darme mis croquetas con su mano.

Casi de noche, mamá baja con unas cajas grandes que huelen a ropa limpia y las pone cerca de la puerta.

“¡Listo!”, le dice a papá, “¡Las maletas ya están listas!”.

Ella y papá se sientan a ver la tele un rato luego de cenar. Me dan algunos mimos y yo me acuesto a dormir en el suelo. No sé, pero algo en todo esto no me gusta.

El Diario de Ollivander XLVI

El día más horrible de todos es hoy

Hoy estuvimos muy contentos dentro de la casa casi toda la mañana.

Alan y mis hermanas me sacaron a pasear un rato muy largo, tanto que llegué muerta de sed. Estaba contenta aunque Alan no me dejara acercarme a mis amigos y a otros perros que no son precisamente mis amigos.

Mamá hizo que mis hermanos se bañaran apenas volver, ella huele a jabón y está poniéndose esas cosas que huelen raro en su cabello, luego comenzó a guardar ropa en una bolsa.

“¿Quieres manzanas y pepinos Ollivander?” me pregunta mamá.

“Si, si, dame comida fresca, mamá”

Y entonces mamá coloca cuadritos de pepino y manzana en mi plato. Saben bien, pero en realidad, no tengo tanta hambre.

Mamá y mis hermanos sacan mis cosas luego de un rato y me sacan al patio.

Mamá y papá levantan un poco la voz, parece que mamá está muy apurada. Papá se levanta del sillón y sube.

Mis hermanos se despiden de mi y salen de la casa junto con mamá, escucho el carro que se aleja y el agua arriba.

“¡Papá! ¡Estoy aquí, papá! ¡déjame entrar!”, pero papá no me hace caso. Él baja, se despide de mi y luego se va también.

Cae un poco de agua del cielo y yo me refugio en el trampolín, que está debajo de la cosa con que mamá ha cubierto parte del patio. Luego solo deja de caer agua y hace un poco más de calor.

Cecilio está en su pecera esta vez, mamá lo encontró ayer escondido cerca del bote de basura de la cocina.

“¡Estoy aburrida, Cecilio!”

“Lloras mucho, ya te dije que los humanos van y vienen”.

“¿Y si jugamos a las atrapadas? Es muy divertido jugar con Margaret a las atrapadas, ella es pequeña… aunque no tanto como tú”.

“No, no quiero jugar. Mi agua está muy fresca y afuera está más caliente, además tú no puedes entrar a mi pecera, lo dijo la humana grande”.

“¡Ya sé! A mamá no le gusta que tome agua de tu pecera”.

“Si ya lo sabes, déjame en paz”.

Cecilio es muy gruñón. No le gusta jugar y a veces dice que va a morderme. ¡Es tan pequeño! No veo como podría morderme o lastimarme.

El día sigue avanzando muy lento.

Los pájaros pasan por aquí y conversan entre ellos. Algunos vecinos ladran y trato de entretenerme respondiendo al principio… pero nadie vuelve a casa. Estoy aburrida y muy triste.

La noche llega y no hay señales de mamá, papá o mis hermanos. El patio está oscuro, pero al menos puedo resguardarme en el trampolín. Mi cama es más cómoda y fresca, pero desde ahí no puedo ver la puerta que da al patio. Estoy tan aburrida y triste, que me quedo dormida.

Finalmente escucho el auto.

Faltan algunas horas para que salga el sol, pero estoy segura de que son ellos.

Las luces se prenden dentro de la casa. Escucho a mis padres decirles a mis hermanos que se vayan a acostar. Puedo escuchar el agua cayendo arriba, y mis padres entrando y saliendo.

“¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¡ESTOY AQUÍ!” les ladro.

“¡Tranquila Ollivander!” me dice papá, “espera un poco”.

Yo intento ser paciente, intento esperar, pero ellos tardan mucho.

Ya no escucho agua cayendo arriba, solo a mamá y papá quejándose de algo que hizo Eli en el auto.

“¡PAPÁ!, ¡POR FAVOR! ¡DEJENME ENTRAR!”

Esta vez, mamá me responde luego de prender las luces de afuera “Espera un poco Oli, tenemos que limpiar el auto”

Yo ya no puedo esperar, ¡esperé TODO EL DÍA!

Estaba tan sola y estoy tan triste, que no puedo evitar llorar.

“¡Por favor! ¡Por favor!” lloro rascando la puerta de cristal.

Papá cierra la puerta y me deja entrar, me dice que esté tranquila, pero no puedo. ¡Los extrañé tanto a todos! ¡estaba tan sola!

Al final, papá se quita un poco de su ropa y me dice que suba al sillón, ahí me acaricia y me dice que me calme, pero estoy tan nerviosa y tan feliz y tan molesta también.

“¡Me porté bien! ¡fui buena y aún así me dejaron sola todo el día y toda la noche! ¡los extrañé mucho!”

Al fin entra mamá con algunas cosas, yo trato de brincarle encima, pero mamá se ríe y me dice que espere un poco.

Mamá deja algunas cosas que apestan un poco en el cuarto de lavado, se quita los zapatos y va conmigo al sillón. Mamá me abraza, me acaricia y se ríe porque me cuesta trabajo tranquilizarme.

Papá se va a dormir. Mamá se queda conmigo un rato.

“Lo siento mucho Oli, pero teníamos que ir a unas fiestas y no te iban a dejar entrar, de verdad lo lamento mucho”.

“¿A si?, pues lo vas a lamentar más por la mañana… pero te quiero mami”.

Mamá sube a dormir luego de acariciarme hasta que me tranquilizo. Es bueno estar dentro para dormir. Es bueno que mamá y mis hermanos estén aquí. Espero que las cosas vuelvan a la normalidad y ya no me saquen al patio.

No me gusta.

El Diario de Ollivander XLV

Sola de nuevo.

No entiendo que pasa. Todo había estado bien en la casa. Mamá dejaba a mis hermanas en la mañana, luego Alan me sacaba a pasear y llegando podía tomar agua, platicar un poco con Cecilio sobre el calor agobiante que no deja de aumentar, tirarme al suelo en lo que mamá y Alan están sentados con sus pantallitas con teclas o limpiando, luego mamá me llevaba a buscar a Ilia a su lugar de guardado y después mamá traía a Eli, hacía comida y luego Eli me llevaba al parque.

A veces, cuando salgo con Eli puedo jalar tan fuerte, que logro escaparme un rato para jugar con Margaret, ella es mi mejor amiga aunque sea una enana. Las dos corremos alrededor de las hermanas grandes que nos llevan de paseo, jugamos a las atrapadas en el parque y nos burlamos de nuestras hermanas grandes… que siempre nos atrapan.

A veces Ilia nos acompaña, y entonces jugamos a atrapar la pelota en la cancha, o Eli me amarra a una banca en lo que Iliana juega en un arenero.

A veces vamos los cuatro, porque Alan también sale y es más divertido… y más corto, porque cuando Eli trata de amarrarme a una banca, Alan le dice que él me regresa a casa.

Luego hubo varios días en que mamá nos llevaba a Ilia y a mi al parque. Paseamos, jugamos y luego Eli llegaba a pasearme otro rato en lo que mamá vigila a Ilia jugando con sus amigos nuevos en el arenero. ¡Huelen tan bien sus amigos! Y entonces, cuando Eli estaba lista para sentarse, mamá nos enviaba a las dos a casa. Eso me molestaba un poco, porque Eli regresaba al parque sin importar cuanto le gritara por la ventana que yo también quería volver.

¡Pero estos días han sido horribles!

Alan me lleva en largos paseos en la mañana y al volver, mamá me saca al patio y me dice que sea paciente, luego se van.

Anteayer solo se fueron toda la mañana, después fue todo normal, con Eli en casa desde que mamá volvió.

Ayer me dejaron fuera toda la mañana y parte de la tarde. En algún momento empezó a llover y mamá volvió con papá. Me secó, me abrazó, me dijo que lamentaba tener que dejarme afuera, pero yo no puedo ir con ellos. Después, cuando paró la lluvia, mamá me puso una cosa rara que cubre parte del patio. Mamá colocó mi camita debajo de la cosa que huele a carne, verduras y carbón, pero no exactamente debajo de donde me baña, también puso mi agua y mi comida al otro lado. Después volvieron a irse el resto de la tarde.

Me sentí muy triste. Cecilio no está en el jardín, entró a la casa hace dos días y no sabemos donde se metió. Extraño a Cecilio.

Finalmente, mamá y mis hermanos llegan cuando empieza a caer la noche.

“¡Oli!, ¡mi niña buena!” lloriquéa Eli cuando llegan a casa y me abre la puerta.

“Hola Oli, ya llegamos” me dice Ilia con una sonrisa.

“Oli, bebé, ya puedes entrar, ya llegamos” me dice Alan tratando de acariciarme.

Yo estoy tan feliz que corro por toda la casa, brinco para intentar darle un beso a Eli, luego abrazo a Ilia y le doy muchos besos.

“¡Los extrañe mucho!, ¡ya no me dejen en el patio!”

Luego me burlo de Alan y corro para que no me alcance, es divertido.

Mamá y papá me acarician, mandan a dormir a mis hermanos y se sientan conmigo en el sillón para ver televisión sin dejar de acariciarme.

“De verdad no me gusta estar afuera mamá, ¡yo soy buena!, ¡me porto bien!” les digo, pero ellos no me contestan, solo me hacen mimos hasta que el calor me tiene tan fastidiada, que bajo al suelo un poco fresco y me acuesto a dormir.

Ojalá dejen de salir tanto.

El Diario de Ollivander XLIV

Cae agua del cielo.

Hoy fue un día bastante normal. Mucho calor y aburrimiento en casa. Alan me sacó a pasear. Mamá me llevó por Iliana. Mamá regresó con Eli a casa.

De pronto, Iliana comenzó a entrar y salir, asomándose mucho y colocando una cosa rara que huele a plástico y metal sobre su cabeza. Yo también me asomaba pero no entendía porqué tanta emoción, ¿era por las nubes?

De pronto empezaron a caer gotitas de agua en el patio. Ya una vez habían caído algunas gotas de agua del cielo, recuerdo que se deshicieron tan rápido como habían caído, pero estas… estas seguían cayendo y pronto eran más.

Mamá estaba revisando cosas en su teléfono y dando vueltas por la cocina cuando Ilia le preguntó si podíamos salir con su “sombrilla”, mamá le dijo que se pusiera algo en los pies y volvió con unos zapatos muy altos y grandes que huelen a caramelo en los pies, cuando los probé, sabían a plástico.

Salimos entonces.

“¡ESTÁ FRÍA!”, le digo a Ilia, ella sacó su mano de debajo de la cosa rara y empezó a gritar “¡LLUVIA, ES LLUVIA!”

“¡SIIIII, LLUVIA!”, respondí yo, “Espera, ¿qué es lluvia?”

Ilia entró a la casa a decirle a mamá que había muchos rayos también, no sé que sean, yo solo sé que cuando intenté ver como caían tantas gotas de agua, alcancé a ver algunos hilos de luz cruzando el cielo y apagándose, ¡qué lindo!

El agua empezó a caer muy fuerte y con mucha fuerza, mis hermanos cerraron la puerta del jardín y la de mi patio, luego mamá tomó otra de esas cosas raras de metal con plástico y salió a cerrar mi cuarto, porque ese lo habían dejado abierto mis hermanos.

“Esto ya no sirve, lo tendré que tirar.”, dijo mamá, luego me acarició y salió a la calle.

Iliana también salió con mamá. Tardaban tanto que tuve que asomarme por la ventana, estaban ahí de pie, jugando con el bote grande donde tiran las cosas que ya no quieren para que se las lleve un camión, creo que lo estaban llenando de agua y luego la tiraban afuera.

“¡Oigan, ya métanse! ¡o sáquenme a jugar a mi también!” les ladro desde la ventana, “¡No es justo que salgan solo ustedes!” les vuelvo a ladrar.

“!Ya vamos, Oli! ¡ya vamos!” me responde mamá.

Las dos entran un poco después, cuando ya casi no cae nada de agua de lluvia.

Un poco después, cuando la casa huele a comida, mamá abre la puerta del patio y me dice que puedo salir. Yo le hago caso, necesito hacer popó… pero está todo húmedo, ¡wow!

Paseo por el pasto falso y salto en la tierra suave y mojada, luego subo a mi trampolín y me doy cuenta de que caen gotas de agua si salto en él.

“¡MAMÁ, ESTO ES MUY DIVERTIDO! ¡YA NO TENGO CALOR!”

Iliana sale a jugar conmigo y las dos corremos, saltamos, reímos y movemos la tierra, también metemos nuestras patas en una caja pequeña donde Iliana está recolectando el agua que resbala del techo. Esta cosa de la lluvia me gusta mucho, aunque después tenga que sacudirme para volverme a secar. Me siento muy fresca y no tuve que soportar que me tallaran el pelaje con cosas que huelen a perro afrutado.

El Diario de Ollivander XLIII

Mi patio tiene ventanas.

¡Es increíble!

No me había dado cuenta, porque siempre que ladran mis amigos de las otras casas, corro a la ventana de la sala, subo al sillón y les ladro desde ahí, pero hoy Iliana y Eli estaban jugando conmigo y con el triciclo en el pequeño patio y entrando a jugar a mi cuarto también cuando empezaron a ladrar, yo no podía pasar a la casa, entonces lo vi.

Mi patio tiene una pared muy rara de metal blanco. Abajo tiene algunos agujeros como ventanitas pequeñitas. Como no podía entrar a la casa, pensé que tal vez podría entrar por ahí, así que me asomé… ¡SON VENTANITAS QUE DAN A LA CALLE!

“¡ILIA, ELI, MIREN ESTO!” les digo contenta y luego me asomo y comienzo a ladrar.

“AMIGOS, ¡MI PATIO TIENE VENTANITAS PARA PERRO!” ladro en mis ventanitas, algunos de mis amigos me contestan, algunos también tienen ventanitas para perros en sus patios, otros tienen puertitas para perro y yo estoy muy emocionada, entonces Eli se ríe y llama a mamá.

“Mira mamá, ¡Ollivander es una chismosa!, ya está en el chisme con sus amigos y bien asomada a la calle”

Mamá se ríe y les dice que me dejen en paz, tiene mucho trabajo. Yo vuelvo a mirar a la calle y sigo conversando con mis amigos en tanto Ilia y Eli siguen jugando en mi patio.

¡Esto es muy divertido!

El Diario de Ollivander XLII

¿Qué es este cuarto raro?

Mamá va de un lado a otro el día de hoy, luego abre la puerta de la lavandería, esa puerta misteriosa junto a la que ponían mi caja con mis cosas cuando llegué aquí.

“¿Eso es un patio?”

Mamá no me contesta, solo habla de lo sucio que está todo otra vez, entra a la casa y regresa con la escoba, el recogedor de basura y una bolsa.

Mamá barre y barre polvo, envolturas, plantas marchitas y otras cosas. Yo no paro de olfatear, nunca había entrado a esta parte de la casa… ¿o salido a esta parte de la casa?

Cuando mamá termina de barrer, abre una puerta bajita y larga. Yo entro antes de que empiece a barrer ahí también. Huele raro y está fresco.

Iliana sale y se emociona mucho, ella puede entrar al pequeño cuarto en la pared si agacha un poco la cabeza, mamá ni siquiera lo intenta, es tan alta que no hay manera de que entre ahí.

“¡Ollivander, ya vas a poder entrar a tu cuarto?”

“¿Mi cuarto?”

Mamá termina de barrer y entra.

Iliana y yo jugamos un rato ahí dentro. Hay unos juguetes muy extraños y grandes aquí, Iliana me los muestra “Esta es la bici de Alan, ¡es muy grande! Y este es mi triciclo”.

Mamá sale de nuevo, esta vez trae la cubeta con el agua que huele a limones y la escoba rara con pelos blancos y suaves, lo moja bien y comienza a pasarlo por el piso de mi cuarto.

Mamá tarda un poco, el piso está tan sucio, que la escoba mojada con agua de limón se atora bastante, al final, logra limpiar muy bien todo el piso.

“Bueno chicas, necesito que entren a la casa y esperen” nos dice mamá.

Iliana y yo entramos a casa y observamos desde la puerta.

Mamá vacía esa agua de limones por el piso del patio luego de cerrar mi habitación. El agua cubre todo el patio y comienza a correr hacia una rejita en el suelo que huele muy extraño.

“Ya no salgan, esperen a que se seque” nos dice mamá cuando vuelve a entrar con sus cosas.

“Si mamá” contesta Ilia “¿podemos dejar la puerta abierta para ver cuando se seque el piso?”

“Está bien” nos dice mamá, luego se lava las manos y empieza a preparar comida, yo me olvido de mi cuarto un rato. La comida de mamá huele muy bien y si soy buena y paciente, mamá me corta pedacitos de fruta y los pone en mi plato… ¡PEPINO!

Un rato después, luego de que Ilia y yo nos asomamos muchas veces, el piso de afuera está seco.

“Antes de jugar, ayúdame a pasar las cosas de Oli a su cuarto” pide mamá.

De pronto Ilia, Alan y mamá están colocando mi camita y varios de mis juguetes en mi cuarto nuevo, incluso llevan mis croquetas. Yo estoy contenta, al menos no huele a esa canela apestosa que mamá pone en algunas partes de la casa.

En la noche, papá pregunta si voy a dormir afuera, en mi cuarto. Mamá me lleva a mi cama, está cómoda y está fresco… pero no me gusta estar sola.

“¿Por qué quieres que duerma aquí, mami?”

Mamá me acaricia y me deja entrar de vuelta a la casa, luego cierra la puerta de mi cuarto y la puerta del patio.

“Dice Oli que va a dormir aquí adentro, aun no quiere dormir en su cuarto”

Yo subo al sillón para jugar con papá y darle besos a mamá. Me gusta mi cuarto nuevo, pero no tengo ganas de dormir ahí, no importa si estuve durmiendo en el jardín algunas noches, desde aquí no puedo ver hacia la casa y eso no me gusta.

El Diario de Ollivander XLI

Creo que hice una amiga.

Mamá y mis hermanos me han sacado a pasear todos los días y es muy divertido, a veces encuentro a otros perros y no puedo evitar gritarles y retarlos. Mamá y mis hermanos me jalan, los otros perros suelen contestarme también con retos y amenazas, ¡es muy divertido!

Hoy fuimos al parque después de ir por Iliana, había una perrita negra siguiéndonos y ladrándome.

“Hey, tú, ¿quién eres?, ¿qué haces en mi calle?”, me pregunta ella.

Mamá me jala y me dice que vayamos al parque.

“Soy Ollivander, ¿segura que eres un perro?, eres tan pequeña que pareces de juguete, ¡a que no corres tan rápido como yo!”

“¡Soy un perro también!, ¡Soy Margaret!, ¿A quién estás llamando juguete?, ¡tú estás muy alta!”

“¡Chaparra!”

“¡Pony!”

“¡Juguete!”

“¡Mestiza!”

Mamá e Ilia me llevan jalando hasta el parque, entonces dejo de hacerle caso, el pasto se siente refrescante en mis patitas y huele taaaaaaaan bieeeeeen.

Luego entramos a la cancha y cierran las puertas. Iliana le da mi pelota favorita a mamá y ella empieza a contar.

“¡En sus marcas!” dice mamá.

“¡Listas!”

“¡Estoy lista, estoy lista, mamá!” le digo emocionada.

“¡FUERA!” y mamá lanza la pelota.

Yo corro, Ilia corre. Yo alcanzo la pelota y trato de atraparla. Ilia se rie y corre hacia mi tratando de alcanzarla primero. Yo logro tomarla con mi hocico y corro hasta el otro lado. Ilia corre detrás de mi. Estoy tan contenta de que estemos jugando juntas, hasta que oigo a Margaret.

“¡Oye tú, perra mestiza!”

Yo suelto la pelota, dejo que Ilia la tome y corro a la reja.

“¡Me llamo Ollivander, perra de juguete!”

Ilia corre con mamá, yo corro a la puerta y trato de ver a donde se ha ido Margaret.

Ella sale de detrás del arenero, lo cruza y luego me ladra desde ahí, ¡es tan pequeña!

“No me importa como te llames, ¡sal de mi parque!, ¡sal de mi cancha!”

“¡Esta también es MI cancha y MI parque!”

“¡No, no es cierto!”

“¡Si, si lo es!, ¿dónde están tus personas?”

Margaret sale corriendo hacia otro lado. Mamá vuelve a contar y yo corro.

“¡Espera mamá! ¡ya voy!”

Mamá lanza la pelota y volvemos a correr detrás de ella, locas de alegría y de emoción.

Vuelvo a ganar la pelota y estoy por llegar con ella al otro lado de la cancha, pero la escucho.

“¡HEY, PERRA BEBÉ!, mi mamá dice que yo puedo salir sola, ya estoy grande”

Suelto la pelota y corro a la reja.

“¿QUÉ?, ¿SOLA?, mi mamá no me deja salir sola y sin mi correa, mi collar y mi pechera”

“¡Porque eres una bebé!, ¡eres una bebé grande!”

“¡No soy una bebé!, ¡tú eres una bebé!, estás muy pequeña”

“Tú estás muy grande”

Mamá me llama y vuelve a contar. Quiero salir a discutir con Margaret, pero también quiero jugar con mi hermana.

Cuando me canso, mamá me pone de nuevo mi correa, Ilia carga su agua y mi pelota y salimos. Margaret llega entonces, saluda a una persona que no conozco y luego le pide mimos a Ilia.

“¡Oye, perra miniatura! ¡Esa humana es mi hermanita!”

“¿En serio?”

Ilia regresa y me deja oler a Margaret en sus manos.

“¿Quieres jugar a las atrapadas?” me pregunta Margaret.

“¿Cómo se juega?”

“Solo debes imitarme”

Mamá me deja acercarme a Margaret, la olfateo un poco y luego ella se pone en posición de ataque, pero no me gruñe. Yo la imito y ella cuenta.

“1, 2, 3” y entonces comienza a correr. Yo corro detrás de ella tanto como mamá y la correa me permiten.

“Oye, esto es divertido”

“¡Claro que es divertido!, ¿quieres contar ahora?”

“¡SIII!, 1, 2, 3” y las dos salimos corriendo, pero yo no puedo decidir a donde correr, así que trato de seguir a Margaret.

Jugamos un par de veces y luego mamá dice que ya nos tenemos que ir, me jala y me mantiene cerca.

“Oye, espera, ¡juguemos más!” me dice Margaret.

“Lo siento, mamá dice que es hora de volver.”

Intento que mamá me deje voltear a jugar, pero ella me obliga a seguir caminando.

Cuando llegamos a casa, Ilia se acerca a la puerta, lista para abrirla y entrar, mamá no para de decirme que tomaremos agua y comeremos sandía.

“Lo siento perra enana, de verdad tengo sed.”

“Deberías salir más seguido, bebé grande”

“Hasta luego, Margaret”

“Hasta luego, Ollivander”

Entonces entramos a casa. Bueno, si tenía mucha sed y mamá si me dio mi sandía.

¡Que divertido ha sido esto! Espero jugar de nuevo con Margaret en el parque.

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